A Mario Benedetti
Mi exilio es
casi congénito,
como el
perenne eco de las montañas del Tiris.
El viento
sacude mi jaima de plegarias gastadas,
pero rezo
mirando a lo lejos, como siempre, por donde se vuelve.
En el
horizonte se levanta otra tormenta
y estoy
preparado.
Cada día mi
exilio es más grande y más ancho
como mis
sueños, como la esperanza del regreso.
Al borde de
la puerta siempre tengo el equipaje.
Aunque el
equipaje me cabe en un bolsillo,
como la
arena que llevo en los pulmones.