Al amigo pido perdón,
a mi madre,
a esa persona sensible:
mi querida amada.
A mi buena intención
también se lo pido.
Y es que me he deslimitado,
diciendo mal de lo incierto,
sobreponiendo sentimientos innatos,
y valorando sin fe a la gracia divina.
Y pido perdón,
porque no sé hacer reír,
ni con la magia de los gestos
ni con el consuelo
de las hermosas palabras.
Soy infame, grotesco;
por eso pido perdón al navegante,
que en el mar de la poesía
hunde ancla
para saborear palabras.
Palabras que han de ser útiles.
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