Aún espero
la despedida.
Saliste con
lo imprescindible,
sin hacer
ruido.
Nos hemos
quedado
con las
huellas de tus pies descalzos
en el polvo
del camino.
Hoy la vida
parece más absurda
y el viento
no hace ruido.
Se estancan
las horas
y duele el
llanto.
Como Ulises,
la nave
viaja sin rumbo.
El mar no
tiene horizontes
y las
sirenas cantan a tu paso,
porque en el
desierto,
todas las
banderas parecen golondrinas.
Cuando al
oeste veas la isla,
las lágrimas
de Jadiya lavarán tus pies,
para que entres victorioso a Ítaca.
**Del blog de El País ¿Y dónde queda el Sahara? Ilustración: Roberto
Maján