I
Nunca cruzar sobre sangre, ni cenizas,
Nunca cruzar sobre sangre, ni cenizas,
Ni dormir a
la hora de ponerse el sol,
Ni sentarse
jamás sobre la almohada.
No dejar las sandalias al revés,
Ni caminar
hacia atrás, ni orinar de pie,
Ni señalar
con el índice al cielo.
Al cementerio entrar descalzo y la noche
Del viernes
dar de beber a los muertos.
Poner
siempre los dedos en el suelo
Al escuchar
una desagradable noticia.
No llamar a quien empieza un sendero
Y si alguna
vez, sin querer, se hace
Se le pide
que regrese y se le ofrece leche
un terrón de
azúcar, antes de seguir el viaje.
Solo el
color blanco allana los caminos.
No pronunciar el nombre la aguja,
Ni de la
serpiente durante las noches
Pero siempre
decir los nombres de dios
Al escuchar
los ecos de un rebuzno.
Visitar a la familia y a los vecinos
Saludar con
la mano derecha y rogar
A la
tormenta que se aleje porque
En la jaima
se encuentra el profeta.
Nunca pisar restos de comida,
Ni pasar por
encima de alguien acostado.
Nunca
dirigirse al suegro sin turbante,
Ni permitir
que el agua baile en la jaima.
Tratar con respeto a las hormigas,
Y en nombre
de Dios reclamar justicia.